Éxito profesional

El traductor conformista

Esta entrada complementa en cierto modo a mi entrada anterior, «El traductor quejica». En esta ocasión voy a hablar de otro espécimen de traductor: el conformista.

La impresión que uno tiene cuando lee listas de distribución, blogs y artículos escritos por otros profesionales del gremio, especialmente si son veteranos y conocidos, es que todos debemos aspirar a trabajar poco y cobrar mucho y a contar con clientes que nos hagan la vida la mar de fácil, que nos paguen cuanto queramos, cuando queramos y, además, nos envíen textos apasionantes que alimenten y enriquezcan nuestro intelecto. Supongo que ciertas entradas y opiniones de este blog también contribuyen a alentar esa idea de que debemos esforzarnos por convertirnos en traductores cotizados, y ciertamente está bien saber que es posible alcanzar el éxito, pero yo me pregunto: ¿que sea posible significa que todos debamos aspirar a ello?

Es innegable que para alcanzar el éxito (entiéndase por éxito cobrar tarifas altas, tener buenos clientes, disfrutar con los textos que traducimos y no tener que trabajar más de lo necesario, entre otros privilegios) hay que dedicar tiempo, esfuerzo y dinero a buscar esos clientes extraordinarios. Es el peaje que hay que pagar por tocar la gloria. Por lo general, las oportunidades de oro no caen del cielo; uno tiene que ganárselas y atraerlas a base de trabajo duro, de formación constante para ser el mejor en su especialidad, de promoción, marketing y networking por un tubo. Sin embargo, no todos están dispuestos a hacer ese sacrificio. Hay traductores que prefieren cobrar menos o tener unas condiciones de trabajo menos satisfactorias a cambio de disfrutar de la comodidad de un flujo de trabajo constante sin tener que buscar clientes con asiduidad, así como de hacer trabajos más amenos, fáciles o mecánicos, en los que se les exija menos y tengan menos presión. La decisión de apalancarse en una situación menos preeminente, pero más accesible, es igual de respetable que la decisión de tirar por el difícil camino del éxito, pero hay que apechugar con las consecuencias: posicionarse en un segmento medio o bajo del sector de la traducción conlleva tarifas bajas y peores condiciones que obligan a trabajar más horas y a asumir una mayor carga de trabajo para poder obtener una facturación decente a final de mes. Si decidimos estancarnos ahí, luego no vale quejarse de que estamos mal pagados, de que tenemos mucho trabajo y estamos agobiados o de que nuestros clientes son unos sinvergüenzas explotadores, como comenté en mi anterior artículo. Y es que una cosa es cobrar tarifas discretas o aceptar unas condiciones menos privilegiadas porque no queremos aspirar a más y preferimos la comodidad al éxito, y otra cosa es resignarse y quejarse de ello porque pensamos que no podemos aspirar a más o no nos da la gana de mover el culo.

6 comentarios en “El traductor conformista”

  1. Hola, Isabel:
    Estoy totalmente de acuerdo con tu punto de vista en estos dos artículos. De hecho, creo que muchas veces las personas (no solo los traductores) se pasan la vida quejándose y tragándose marrones cuando podría tener una actitud mucho más constructiva: analizar cuáles son sus puntos fuertes y lanzarse a perseguir sus sueños, pero no a lo loco, sino con un plan. Por supuesto que hay que arriesgarse, pero con cabeza, que si no luego nos quejaremos de que nos haya salido mal la jugada.

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  2. Debo confesar que a veces me encanta encontrarme un texto facilón, de esos en lo que lo importante es lo rápido que tecleas. Un manual de una lavadora, de una tele, de un GPS… Desconectas el cerebro y, ale, a darle caña.

    Claro que también es aburridísimo y después de un par de días te mueres por un buen reto. Al fin y al cabo, si hubiera querido un trabajo fácil y aburrido, hubiera opositado a administrativo.

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  3. Hola, Isabel: la métrica de lo que denominamos éxito (profesional) es, probablemente, algo subjetivo.

    Por ejemplo, para algunos profesionales, su componente más importante se traducirá directamente en valores crematísticos, mientras que, para otros, quizá sean más importantes otro tipo de valores, como puedan ser la libertad de horarios, la libertad de elección de sus clientes, el prestigio profesional o el poder llevarte el portátil con conexión inalámbrica y seguir ganándote la vida a la sombra de un cocotero en Oahu… 🙂

    El éxito profesional, probablemente, sea una mezcla ponderada de todos los valores que nos definen individualmente como traductores profesionales. Algo así como el concepto americano del «marketing mix», pero en valores profesionales y personales.

    Aunque, la demostración empírica de lo anterior, se me antoja difícilmente cuantificable.

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  4. Muy buena columna/artículo, Isabel. De momento estoy partiendo, pero debo dejar de pensar que debo cobrar menos por no tener tanta «experiencia» como traductor, ya que como resultado de eso, es posible que después me estanque y me sea difícil hallar trabajo y caiga en el vicio que muy bien describes en tu columna. Si bien no hay que irse al extremo, no puedo seguir sub-valorando mi trabajo, ya que eso sólo contribuye a que otros profesionales de otros campos continúen despreciando esta profesión y la traten como si fuera más sencilla de lo que en realidad es.

    Mucha suerte y gracias por los consejos

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