Ejercicio profesional

Cerrado por vacaciones… más o menos

No, no me voy de vacaciones. Al contrario: el lunes pasado volví al tajo después de una semana de viaje de placer totalmente desconectada del trabajo y de todo lo que este conlleva: teléfono, correo electrónico, ordenador, agenda. Bendito descanso y bendito aislamiento. No hay nada como irse de viaje y entretener la mente y el cuerpo con otras actividades para recargar las pilas. Debo confesar que nunca he llegado a entender que algunos traductores (autónomos) trabajen durante las vacaciones. Para mí, esos dos términos son totalmente incompatibles. O estás de vacaciones o estás trabajando, pero no se puede estar en el plato y en las tajadas. Puede que en vez de trabajar desde la oficina lo hagas desde un apartamento en la playa; puede que en vez de trabajar 8 horas al día trabajes únicamente 4; puede que cambies tu rutina diaria, madrugues menos y dediques parte del día a hacer turismo, pero al fin y al cabo, eso para mí no son auténticas vacaciones. Simplemente, es trabajar desde un sitio diferente con un horario distinto. Para mí, las verdaderas vacaciones implican inexcusablemente dejar el trabajo a un lado: no mirar la agenda, no consultar el correo electrónico, no atender llamadas de los clientes, no terminar ni adelantar proyectos pendientes (aunque en estos últimos casos puede haber excepciones justificadas). En definitiva, opino que para descansar el cuerpo y la mente como Dios manda es absolutamente imprescindible cerrar el chiringuito y olvidarse de toda tu vida profesional durante unos días. Si no, es imposible desconectar y, por ende, reponer fuerzas para la vuelta al trabajo, que es para lo que realmente deberían servir las vacaciones. Si, aun estando de «vacaciones», no llegas a escaparte del trabajo, ¿de qué sirven? De ahí el título de esta entrada.

Estoy segura de que, en la mayoría de los casos, esa imposibilidad de desconectar del trabajo se debe a una de estas dos causas:

  1. Adicción al trabajo o incapacidad para rechazar encargos de los clientes.
  2. Miedo a perder clientes durante la ausencia vacacional.

En el primer caso, os diré que tomarse unas vacaciones (tampoco hace falta que sea un mes entero; basta con unos días) es imprescindible para renovar energías, despejar la mente y no quemarse en el trabajo. Estar siempre al pie del cañón, sin un respiro ni tiempo que poder dedicar exclusivamente a uno mismo, la familia o los amigos, es agotador y conduce inevitablemente a un estado de agotamiento mental y hastío profesional. Para evitarlo hay que hacer un paréntesis de vez en cuando.

En el segundo caso, estoy en condiciones de afirmar que tomarse unos días de descanso, por lo general, no supone perder clientes, al menos no los habituales. Vale, sí, siempre existe cierto riesgo de que en tu ausencia encuentren a otro traductor que les guste más, pero si los clientes son serios, están contentos con tu trabajo y colaboran contigo desde hace tiempo, por regla general volverán a ti una vez que hayas regresado de tus vacaciones. Incluso se alegrarán de que su traductor de cabecera esté por fin de vuelta para llevar a cabo todos esos proyectos que se han ido amontonando. En cualquier caso, pensad que si no os tomáis un descanso de vez en cuando, al final os quemaréis y la calidad de vuestro trabajo se resentirá, lo que es un factor de riesgo mucho más importante de cara a perder un cliente.

Dicho lo anterior, debo aclarar que irse de vacaciones no consiste en desaparecer un buen día sin avisar y volver al cabo de dos semanas también sin avisar. Conviene seguir una serie de pasos para informar de antemano a los clientes de vuestra ausencia y vuestro regreso. Esto es lo que yo hago:

  • Unas tres semanas antes de irme de vacaciones, envío a mis clientes un correo electrónico en el que les informo de que estaré de vacaciones del día xx al día yy, que durante esos días no consultaré el correo electrónico ni atenderé llamadas telefónicas y que estaré de vuelta el día zz. A partir de ese momento, al pie de todos los correos que intercambio con los clientes incluyo justo antes de mi firma profesional un aviso bien visible (en rojo y negrita) en el que indico las fechas de mis vacaciones, para que todo aquel que se comunique conmigo mediante correo electrónico esté informado de mi ausencia con antelación.
  • Justo antes de irme de vacaciones activo la función de respuesta automática del correo electrónico, donde escribo un mensaje idéntico al que os he comentado en el párrafo anterior. Así, todo aquel que me escriba un correo durante mi ausencia estará informado de ello y sabrá cuándo recibirá mi respuesta.
  • Al volver de vacaciones, informo a mis clientes de que ya estoy de vuelta y de que a partir de ese momento pueden contar conmigo para nuevos encargos. Así les recuerdo que existo y les informo de mi disponibilidad.

Estos pasos tan sencillos dan una imagen seria y profesional y permiten a los clientes planificar mejor el trabajo, ya que saben cuándo no pueden contar contigo. Y esto no solo es aplicable a las vacaciones; es conveniente informar siempre con antelación de nuestras ausencias, sean vacacionales o por cualquier otro motivo.

¡Felices vacaciones!

11 comentarios en “Cerrado por vacaciones… más o menos”

  1. Gracias por tu comentario, Eva. Supongo que lo de desconectar del trabajo se puede aprender, aunque a algunas personas les resulta más fácil que a otras (a mí, por ejemplo, no me cuesta nada, jeje).

    Coincido contigo en que el verano es una época fuerte de trabajo, entre otras cosas porque muchos traductores se van de vacaciones y sus clientes pueden recurrir a nosotros en su ausencia. Por tanto, también es una buena oportunidad para conseguir clientes nuevos o tener una facturación más suculenta de lo habitual. Si algo bueno tiene ser autónomo es que nos podemos coger vacaciones cuando queramos, y no hay mayor placer que cogerlas fuera de temporada, cuando todos los demás están currando y todo está más barato y menos masificado. 🙂

    Feliz tarde,
    Isabel

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  2. Un artículo fantástico, Isabel. No le falta ni le sobra ni una sola coma, me encanta cómo organizas y desarrollas la información :).
    A lo que vamos: tienes mucha razón en que, como cualquier hijo de vecino, los freelance también necesitan sus vacaciones y que ello significa desconexión total, avisando siempre con tiempo suficiente. Yo hablo desde el «otro lado» como contratada: me corresponden una serie de vacaciones por ley, pero el verano es una época de trabajo muy fuerte por la rama en la que está especializado mi jefe (traducción técnica y localización de software y videojuegos), por lo que seguramente me pague las vacaciones y me toque currar. No me importa en absoluto porque me encanta mi trabajo y sé que me podré tomar vacaciones cuando la cosa se relaje un poco; hemos llevado unas semanas un poco raras en cuanto a trabajo (los días que no había nada no iba a la oficina, pero estaba pendiente del teléfono por si surgía algo) y ahora que la cosa se ha recuperado, hay que aprovechar las «vacas fuertes». Pero en cuanto pille vacaciones, desconexión total :D.
    Que por cierto, tengo que admitir que soy de las personas a las que le cuesta mucho desconectar. Tengo que aprender poco a poco, que no quiero sufrir ninguna experiencia como las que han contado Pablo o Zaida.

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  3. Chicos, ¡hay que cuidarse! La experiencia de Pablo y Zaida demuestra, por desgracia, que el estrés y la ansiedad pasan factura.

    Al principio de mi vida profesional yo echaba más horas que un reloj, como todo el mundo, pero gradualmente fui reduciendo mi jornada laboral porque tenía (y tengo) clara una cosa: por mucho que me guste mi trabajo y por mucho aprecio que les tenga a mis clientes (porque, al fin y al cabo, me sustento gracias a ellos), yo trabajo para vivir, y no al revés, así que hago los sacrificios justos y necesarios. Y eso, a estas alturas, implica lo siguiente: no trabajar fines de semana, tener una jornada laboral de 8 o 9 horas como mucho que procuro terminar a las 17 o 18 h, tomarme libres los días festivos nacionales y no tener miedo a cogerme varios días seguidos de vacaciones, que reparto a lo largo del año: por regla general, una semana en junio, un par de semanas en septiembre u octubre y algunos días más en otros meses, que casi siempre aprovecho para irme de viaje. Soy una viajera empedernida. 🙂

    Por cierto, André, aunque me haya adelantado, tú también puedes publicar en tu blog una entrada sobre el mismo tema, ¡faltaría más! Al fin y al cabo, tus lectores no tienen por qué leer mi blog. 🙂

    Feliz tarde, chicos, y gracias por vuestros comentarios.
    Isabel

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  4. Cada maestrillo tiene su librillo y reconozco que, más que vacaciones, lo que sí es necesario para la salud física y mental, es una desconexión completa de nuestra actividad habitual. Como a la autora del post anterior, Zaida, el estrés (y no sólo debido al trabajo sino también y, sobre todo, por causa de factores emocionales y otros) me pasó factura las Navidades del año 2010: terminé en el hospital con veinticuatro de presión arterial y el riesgo de tener un accidente cerebral vascular, junto con sus más que temibles consecuencias.

    La Dra. Hernández del Hospital de Barcelona que me atendió en urgencias, y a quien quiero agradecer desde estas líneas por todos sus desvelos hacia mi persona en tales fechas, no es sólo una excelente médico. Es también una psicóloga perspicaz y, mientras me inyectaba un depresor combinado con un diurético por vía intravenosa, no cesó de hablarme. En aquél momento, no comprendí qué pretendía, o si estaba siendo simplemente amable distrayéndome de una situación desagradable. Pero, lo que en realidad estaba haciendo era indagar sobre mi «estilo de vida habitual». Una vez consideró que sabía lo suficiente y, como aquella que no quiere la cosa, me sugirió que me tomase tiempo para mí, «ocurriese lo que ocurriese…». Insisto, fijaros bien en que dijo: «ocurriese lo que ocurriese…». O sea, como si se cae el mundo, que tanto daba. Tras un mes de vacilaciones y reflexiones zizagueantes, que no me condujeron a ninguna parte, decidí tomarme – además del fin de semana – un día de descanso adicional. Este día lo aprovecho para relajarme, sea leyendo un buen libro, paseándome por alguna playa o bosque solitario, o disfrutando de alguno de los majestuosos paisajes no demasiado lejanos a mi ciudad (Sant Llorenç del Munt, el Montseny, Montserrat, el Ordal, Collserola, etc.). En resumen, haciendo cosas que de verdad me apetecen y que, de otro modo, no haría por falta de tiempo.

    Resulta curioso lo rentable que puede ser «perder el tiempo»: desde entonces, mi salud ha mejorado, las ideas y las prioridades fluyen organizadas de modo natural y sin esfuerzo, y mi productividad diaria ha aumentado al menos en un treinta por ciento, al suprimir todo lo superfluo en todos los niveles. Así que, desde aquí os recomiendo, a todos los que podáis permitíroslo (reconozco que no siempre se puede, pero, sobre todo, que no siempre se quiere), que perdáis el tiempo un día por semana. O, al menos, durante unas horas por semana, pero siempre de forma regular. Ojito, que con «perder el tiempo», no quiero decir estar en la inopia o estar inactivo, sino dedicarse ese tiempo a sí mismo, sea mediante el culto al cuerpo, sea mediante la reflexión, o lo que os venga realmente de gusto hacer en ese momento.

    Os ahorraréis años de vida y de dispersión, corriendo de un lado a otro, muchas veces por causas ajenas, pero sin finalidad, ni metas concretas. O, al menos, esta ha sido/es la experiencia de un servidor.

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  5. Es fundamental asumir que aunque uno sea freelance no deja de ser un mero mortal y necesita vacaciones-vacaciones como cualquier hijo de vecino.
    Me encanta que generalmente cuando digo que soy freelance la gente asume que tengo mucho tiempo libre y que me puedo ir de vacaciones continuamente. Luego la realidad es que los autónomos, sobre todo al principio, intentamos no irnos nunca de vacaciones.
    Los dos primeros años hice justo lo que cuentas, darme unos días pero llevarme el ordenador o directamente quedarme en casa. Al final curraba casi más y el resultado era peor por el cansancio.
    Las vacaciones no tienen que ser 2 meses de gastos, pero desde luego son necesarias para la salud mental y para no acabar odiando la profesión.

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  6. En cuanto a las traducciones, la verdad no me tomo vacaciones, porque aparte de ser mi profesión, para mí traducir es una entretención, algo que me gusta tanto que no lo considero un trabajo agobiante, además, lamentablemente, a pesar de haberme formado profesionalmente como traductora no es mi actividad principal, por ende, nunca me he visto sobrepasada en mis capacidades con respecto a la traducción.
    En lo que sí necesito vacaciones y con urgencia es en mi trabajo de planta como secretaria, trabajo en el cual tengo que realizar transcripciones y éstas sí que son un trabajo agotador y la verdad es que por razones de cambios en los contratos (sin cambio de lugar de trabajo), hace más de cuatro años que no he podido tomarme unas vacaciones como Dios manda y bueno, este verano mi organismo me pasó la cuenta y me fui de «vacaciones» obligadas a un «hotel» cinco estrellas (hospital) donde estuve 6 días internada y después tuve que pasar 2 meses en casa con licencia médica, pero bueno, si bien hubo descanso, a eso no le puedo llamar vacaciones, porque para mí vacaciones implica necesariamente algunos días, aunque sean pocos, a la orilla del mar o de un hermoso lago, huyendo del mundanal ruido, como dijo Fray Luis de León, pero en fin, pronto se darán esas vacaciones que tanto anhelo y en las que además, podré disfrutar de los paisajes de Francia junto a mi amado.
    Muy bueno tu post, me encanta tu blog.
    Saludos desde Chile.

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  7. Mierda (con perdón), me acabas de «robar» una idea para un artículo para mi propio blog 😉 Y además, la has plasmado tan bien y tan completa, que no tengo nada que añadir. Una vez más te felicito por tu artículo tan acertado. Yo aplico todo lo que comentas desde hace unos pocos años, y lo cierto es que lo tuve que aprender. Por ambas causas que mencionas, me costó convencerme de que las vacaciones son más que necesarias, y que no terminan con mi cartera de clientes. Desde entonces, tomo todas las medidas que mencionas (avisar con antelación, contestador automático, avisar de la vuelta) y funciona perfectamente. Está claro que depende de los clientes que tengas porque, efectivamente, si les ofreces más que solo traducciones baratas y te consideran un colaborador, en vez de un mero comodín, reemplazable, también respetarán tus vacaciones.

    Buen finde,
    André

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  8. ¡Me ha gustado mucho tu entrada, Isabel!

    Estoy completamente de acuerdo contigo en lo que expones, y es algo que yo misma pongo en práctica (aunque, he de reconocer que desde hace poco tiempo, ya que antes trabajaba vacaciones, domingos y festivos jeje con tal de estar siempre ahí para el cliente).

    No hay nada como unas buenas vacaciones para renovarse. En mi caso, aún me quedan tres semanas antes de mis ansiados días de descanso (yo me he cogido 15 días porque me voy a otro continente y si no, no me merece la pena).

    Así que, lo dicho, enhorabuena por la entrada y, ¡que tengáis todos muy buenas vacaciones!

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