Ejercicio profesional

Un día en la vida de un traductor

Como ya he dicho en otras ocasiones, una de las mayores ventajas de ser traductor autónomo es que puedes establecer libremente tus horarios de trabajo y compaginarlos a la perfección con otras tareas y obligaciones. Nadie te va a pedir explicaciones ni te va a recriminar por tomarte un día libre entre semana para descansar, por terminar antes de lo habitual tu jornada laboral para ir al médico o al cine o por aplazar al fin de semana todo el trabajo pendiente porque te ha surgido un imprevisto. Lo que le importa al cliente es que entregues el trabajo en la fecha prevista y con la calidad esperada. Partiendo de esa premisa, cada uno puede organizar su horario laboral como mejor le convenga.

Dicho esto, me gustaría hacer algunas matizaciones:

  • Aunque nuestra flexibilidad de horarios nos permite trabajar cuando queramos, los clientes esperan que estemos localizables a determinadas horas del día (en horario de oficina, generalmente de 9:00 a 18:00) para atender sus llamadas telefónicas o responder rápidamente a sus correos electrónicos, por lo que conviene estar disponibles en esa franja horaria.
  • Si vamos a estar ausentes en horas de oficina, es recomendable informar de antemano a los clientes y, en su caso, activar la función de respuesta automática del correo electrónico para que todo aquel que nos escriba un mensaje sepa que estamos fuera y que es probable que tardemos en contestar.
  • Si bien podemos adaptar nuestro horario de trabajo en función de nuestras necesidades, creo que es mejor mantener un horario más o menos fijo que nos permita disociar nuestra vida profesional de nuestra vida personal. De lo contrario, corremos el riesgo de no poner límites y no desconectar, de que las jornadas laborales sean interminables y de no reservar espacio para el ocio, los amigos, la familia, las labores domésticas, el descanso, etc.

Así pues, ¿cómo es un día en la vida de un traductor? Hay profesionales que prefieren madrugar mucho y aprovechar bien la mañana, cuando tienen las neuronas más en forma; otros, en cambio, afirman trabajar mejor por la noche, cuando todo está más tranquilo y silencioso. En mi caso, este es el horario que sigo de lunes a viernes:

  • Comienzo la jornada a las 7:30. La primera media hora la dedico a consultar todas mis cuentas de correo electrónico, tanto profesionales como personales; responder a los mensajes pendientes; revisar la contabilidad para comprobar qué facturas están pendientes de pago y qué recibos me tienen que cobrar; echarle un vistazo a Facebook y a la prensa. En resumen, me pongo un poco al día tanto en el terreno profesional como personal.
  • A las 8:00, aprovechando que a esa hora estoy fresca y el ambiente está tranquilo, empiezo a currar «de verdad»: a traducir o revisar el texto que toque ese día. Esos primeros minutos suelen ser de lo más productivos. Poco después, a las 8:45, hago una pausa para desayunar y poner orden en la casa.
  • A las 9:30 retomo el trabajo duro, que prolongo hasta las 14:15. Por supuesto, voy haciendo pausas para no quemarme ni anquilosarme, aunque su distribución y duración varían bastante según lo ocupada y concentrada que esté. Cuando estoy absorta en el trabajo y cojo carrerilla, me cuesta bastante parar. En esos casos, hago una única pausa de unos 15 minutos a media mañana. En cambio, cuando el trabajo es espeso y me cuesta avanzar, paro 5 o 10 minutos cada hora para tomar aire. Lo normal, sin embargo, es que haga dos pausas de 15 minutos a lo largo de la mañana: una a las 11:00 y otra a las 12:45 aproximadamente. Lo importante, en cualquier caso, es levantarse de la silla, estirarse un poco y relajar la vista. Yo muchas veces aprovecho ese lapso para hacer alguna tarea doméstica.
  • A las 15:30, con el estómago lleno, enfilo la recta final de la jornada. Sigo con el trabajo duro hasta las 17:00; después dedico una hora a otras tareas directamente relacionadas con mi trabajo, pero no remuneradas, por ejemplo: hacer facturas (si es el último día del mes); actualizar mi currículum o mi perfil en diversas páginas web; promocionar mis servicios y buscar clientes nuevos (principalmente mediante e-mail marketing); leer blogs y revistas de traducción o, por supuesto, redactar entradas para esta bitácora. En definitiva, las mismas tareas que hago el resto del día cuando tengo poco o ningún trabajo.
  • Así pues, suelo terminar la jornada laboral a las 18:00. En total son 7 horas de trabajo productivo (traducir, revisar) y una hora (hora y media, si contamos lo que hago al inicio de la jornada) de trabajo «extra».

Lo bueno de terminar a una hora aceptable como las 18:00 es que me queda bastante tiempo libre para otras cosas y que, en caso de necesidad, puedo hacer horas extras sin tener que trabajar a horas intempestivas. Además, casi nunca trabajo los fines de semana; mejor dicho, casi nunca acepto trabajos que obligatoriamente me hagan trabajar el fin de semana (y digo casi porque puede haber excepciones, según el tipo de trabajo y el cliente del que se trate). De todas formas, mis clientes tampoco suelen esperar que me quede currando sábados y domingos a no ser que sea algo realmente urgente. Lo mismo sucede con los días festivos. No obstante, sí hay veces que yo decido voluntariamente trabajar el fin de semana o un festivo, por ejemplo si voy atrasada con algún encargo.

Como veis, con un poco de organización y voluntad se puede poner orden en la jornada laboral diaria de un traductor, lo cual, en mi caso, tiene estas ventajas:

  • Aprovecho mejor el tiempo y soy más productiva que si no tuviera un horario fijo.
  • Me concentro mejor en las tareas que debo realizar a lo largo del día y me distraigo menos.
  • Sé cuándo empiezo y cuándo termino de trabajar.
  • Me queda tiempo libre para otras cosas.
  • Tengo un equilibrio entre mi vida profesional y mi vida personal.

Y vosotros, ¿cuál es vuestro horario de trabajo?

11 comentarios en “Un día en la vida de un traductor”

  1. Me ha parecido muy bueno tu artículo, muchas gracias por ilustrarme un poco sobre la necesidad de la organización.
    No he revisado tu blog (lo confieso), ¿has escrito algo sobre e-mail marketing, que lo mencionaste?
    Gracias, un abrazo transoceánico

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  2. Hola, mi día se parece bastante al tuyo. Eso sí, las tareas administrativas como las respuestas a los correos electrónicos las realizo sobre la marcha, según van llegando, y los temas de facturación los concentro a fin de mes.
    Por lo demás, De vez en cuando hay un día caótico. O «uno de esos días», como diría Jack Bauer, porque suele tener de 14 a 20 horas de trabajo, debido a una urgencia, o porque me he pillado los dedos aceptando más trabajo de lo normal.
    «Esos días», y el día siguiente a esos días, no estoy PARA NADIE. Afortunadamente no pasa con frecuencia. De hecho, pasa cada vez menos. Con el tiempo me organizo mejor y he aprendido a rechazar trabajo.
    Saludos…

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    1. Gracias por tu comentario, Iñaki. Respecto a las respuestas a correos electrónicos:

      – Al inicio de la jornada respondo a los mensajes que me hayan podido llegar después de apagar el ordenador el día anterior.
      – Los mensajes importantes (especialmente de clientes) que voy recibiendo a lo largo del día los contesto cuanto antes, sobre la marcha.
      – Los mensajes menos importantes o que pueden esperar los contesto a la vez cuando tengo unos minutos libres.

      Yo no suelo tener días caóticos ni maratonianos, por suerte. Al igual que tú, hace tiempo que aprendí a rechazar trabajo.

      Un saludo,
      Isabel

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  3. Ojalá me bastase media hora para leer correos, blogs y todo eso que haces tú a primera hora de la mañana 🙂 Yo me levanto más tarde, tengo que reconocerlo, pero también me voy a la cama bastante tarde… Soy más una chica nocturna. Pero sí, este horario que propones es el ideal. También es mucho más fácil si tienes ya clientes que te envían trabajo constante y tienes proyectos largos que te permitan precisamente eso: a las 8 poder ponerte manos a la obra. Por lo general, pocas veces me levanto y tengo un proyecto por hacer porque en videojuegos se hacen casi más actualizaciones (que te las envían a media mañana o media tarde). Y los proyectos grandes, juraría que nunca me los han enviado pronto sino, más bien, me dicen que hay un posible proyecto, y si estoy libre, y si les digo que sí, me lo envían cuando esté, y suele ser siempre bien entrado el día 🙂

    En fin, que me gustaría mucho que la forma en que me llegan los proyectos me permitiesen poder llevar una jornada así de estricta y ordenada.

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    1. Claro, el horario depende mucho de los clientes, las obligaciones (hijos, por ejemplo), etc. que tenga cada uno, pero aun así se pueden establecer ciertas horas fijas de trabajo. Ojo, por si alguien lo piensa, que quede claro que con esta entrada no he querido dar a entender que mi horario es el mejor; es el que mejor se adapta a mí y a mis necesidades, pero nada más. Tan solo era un ejemplo de cómo puede ser el día al día de un traductor, pero hay infinidad de posibilidades y variantes, y por eso os invitaba a compartir vuestros hábitos conmigo y con los demás lectores.

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  4. Isabel, ¡admiro tu capacidad de organizarte! Mira qué horas son y yo leyendo blogs jeje
    En mi caso tengo una hija, y todavía no he podido establecer un horario defnitivo. Tengo unas cuatro horas de trabajo productivo por la mañana, mientras ella está en el cole, y el resto del día pues puede variar. Desde no trabajar hasta el día siguiente, hasta que algún familiar se encargue de la niña y yo pueda hacer una súperjornada laboral (en caso de acumulación de trabajo). Suelo dedicarle otro par de horas por las noches, cuando la peque ya está dormida y mis neuronas aún funcionan… 🙂 De las tareas domésticas mejor no hablar…

    Isabel, ¡es siempre un placer leerte!
    Un abrazo

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  5. Hola! Pues mirá vos que resultaste organizada…. jaja. Yo era algo bastante parecido a lo tuyo hasta que nació mi hijo y ahí cataplúm!! Se terminaron los horarios «semi-fijos» para comenzar con la flexibilidad.. dormía cdo podía, comía cdo podía y por supuesto… trabajaba cdo podía. Todo fue un caos al principio… nos llevó un año y unos meses poder volver a la rutina de horarios. Así que hoy en día arranco mi día a las 6 de la mañana, a las 8.30 se despierta el gordito que entra al jardín a las 9 a.m. (es casi obligatorio un jardín de infantes) donde quema energías hasta las 12 del mediodía. Lo voy a buscar, lo traigo y almorzamos (lo que cociné la noche anterior para no perder ese valioso tpo al mediodía) y tipo 13 o 13.30, arranco de nuevo después de hacerlo dormir a mi bebé. Esas 2 o 3 horas de su siesta son sagradas para mí. Corto tipo 4.30 o 5 que es cdo él se despierta y yo aprovecho a lavar los platos y a ordenar un poco la casa. Y después tengo toda la tarde libre para hacer lo que quiera con mi hijo, la flia o mi marido. Pero esto me llevó varias crisis existenciales, profesionales y maritales (desde ya….) Un saludo!!!!

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  6. Tienes toda la razón, Isabel. Pienso igual que tú y hago un horario muy parecido al tuyo. Si bien algunos días por B o por H me levanto un poco más tarde que otros días, luego lo compenso quedándome hasta más tarde. Es la ventaja de lo que comentas, poder organizarse los días como a uno mejor le convenga siempre y cuando cumplamos con los plazos y nos pongamos un listón alto de calidad, pero soy partidaria de hacer jornadas de 7-8 horas.

    Un buen recordatorio para aquellos que o bien empiezan a trabajar por su cuenta, tarea nada fácil por el hecho de tener que ser muy disciplinado, o que no saben organizarse.

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  7. Buen horario, si señora…supongo que no tienes hijos, ¿no? Lo digo porque este horario con hijos es más que incompatible 😉

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