Lengua

La maldad de la lengua (otra vez)

Hoy me he enterado a través de una noticia publicada en la página web de la Fundéu de que la Real Academia Española revisará la definición de gitano que lo asocia a «estafador». Perpleja me hallo. Yo creía que un diccionario era, según la propia definición que aparece en el DRAE, un libro en el que se recogen y explican de forma ordenada voces de una o más lenguas, de una ciencia o de una materia determinada, y no un manual de buenas maneras y lenguaje políticamente correcto. Una cosa es rectificar una definición para que sea más precisa y se ajuste mejor a la realidad, como sucedía con el término autismo hace tan solo unas semanas, y otra muy distinta borrar del mapa las acepciones que no nos gustan porque hieren nuestra exacerbada sensibilidad. Como decía Aldous Huxley, los hechos no dejan de existir solo porque sean ignorados: que la asociación gitano-estafador desaparezca del diccionario no hará que desaparezca de la lengua ni de la sociedad; solo hará que el diccionario deje de cumplir el fin para el que fue creado: atesorar la riqueza léxica (de la que también forman parte las palabras hirientes) de nuestro idioma. Un diccionario se limita a constatar que una palabra existe y se usa con un determinado significado, pero no invita a utilizarla ni pretende ofender a nadie. Puedes matar la palabra, pero no por ello matarás la idea que se esconde detrás. Dejémonos de susceptibilidades lingüísticas y asumamos de una vez por todas que la lengua es modelada por sus hablantes y reflejo de estos, y no al revés. La lengua no ofende por sí misma; ofenden los hablantes que la utilizan, que son los que le dan forma. Si queremos cambiar algo (y esto se aplica también al enconado debate sobre el lenguaje no sexista), hagámoslo desde la sociedad, y no desde los diccionarios y las gramáticas.

14 comentarios en “La maldad de la lengua (otra vez)”

  1. Isabel, yo me he quitado el sombrero y estoy aplaudiendo con las orejas. Concuerdo absolutamente en todo. ;o)

    [AVISO: A partir de aquí, este comentario es largo y prescindible:]
    Si no es indiscreción, me gustaría hacer una puntualización al primer comentario, porque llevo muy mal que los lingüistas nos riamos de cómo habla español la gente inculta o de zonas rurales. La palabra «murciégalo» no es ninguna estupidez, sino la forma correcta de llamar en español a ese animal hasta hace no muchos siglos. Venía de «mur ciego», es decir, ‘ratón ciego’ (mur, muris = ‘ratón’ en latín), pero la gente «culta» empezó a equivocarse y a pronunciarlo «murciélago» (¿interferencia de «cielo» por aquello de que vuelan?). Mucha gente de campo siguió llamándolos como siempre, murciégalos, y ahora los urbanitas los señalamos con el dedo y nos reímos. ¿Con razón? Pues ahí está el debate. ¿Debería recogerse en la RAE, habida cuenta de que hay gente que sigue usándolo aunque la mayoría de hablantes lo considere absolutamente ajeno a la norma? Pues otro debate más. En todo caso, cuidado cuando nos reímos de quienes «hablan mal», porque esas palabras «mal dichas» también son parte del español (en el sentido de que no son parte del chino ni del noruego). Además, se aprende muchísimo y nos ayudan a entender cómo se ha ido formando nuestra lengua. La palabra «almóndiga» podría haber sido perfectamente la evolución del al-bunduq árabe en la norma española, con cambio de bilabial. De hecho, en Filipinas se llaman así (y yo lo he visto escrito sin pudor en las conservas portuguesas, aunque no sé si se considera norma en ese idioma), lo que demuestra que habría sido una evolución muy lógica. ¿Es la norma en el idioma español? Pues claro que no, pero de ahí a reírnos de una señora de pueblo que dice «almóndiga», media un trecho, porque son esas «señoras» las que han hecho (y hacen) evolucionar el idioma, no los puristas como nosotros.

    Además, es que este fenómeno de intercambio o desaparición de consonantes (metátesis) ha ocurrido y ocurre con muchas palabras en todas las lenguas. Por ejemplo, el francés moustique para ‘mosquito’. Seguro que se rieron muchísimo de los primeros que dijeron moustique en vez de mousquite, pero al final ha quedado. En español, lo mismo con murciélago (*murciégalo), pero también con cocodrilo (etimológicamente, debería haber sido *crocodilo), alimaña (*animalia), milagro/peligro (*miraglo/*periglo), olvidar (*oblidar), Jerónima (*Jeromina), fragancia (*fragrancia) o propio (*proprio). Lo que quiero decir es que sonreímos cuando alguien dice *cocreta (croqueta), *probe (pobre), *Grabiel (Gabriel) o *fustrado (frustrado), pero ojo, que en español moderno usamos sin pudor ‘fragancia’ y ‘propio’, que son exactamente el mismo «error». Y sigue ocurriendo: ¿acaso no acabará siendo norma «la líbido» dentro de un par de generaciones, por interferencia de ‘lívido’ y por la pasión loca que despierta una buena esdrújula? A mí se me llevan los demonios cuando lo oigo, pero resulta que con «médula» ocurrió lo mismo y pasó de llana a esdrújula en muy pocas generaciones. En resumidas cuentas, que la correción nos sirve a los que trabajamos con el idioma para distinguirnos socialmente y para hacer un trabajo impecable en nuestro tiempo y lugar, pero ojo: a nivel histórico, esa lengua «correcta» que ha llegado hasta nosotros y que pretendemos proteger siempre ha evolucionado gracias a quienes se equivocaban. Un respeto.
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  2. Este debate es el mismo que hay con el racismo o con el uso sexista del lenguaje. ¿Tan sencillo es entender que hay una gran diferencia entre decir «negro» para describir el color de una persona y «negro» con intenciones racistas? La maldad está en la boca de quien utiliza el idioma y punto.

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  3. ¡Hasta el pie de la susceptibilidad lingüística!

    Esto es lo mismo que cuando eliminaron el significado «tonto» de la palabra gallego. Si en Costa Rica se nos conoce así pues mira, ¡algo les habremos hecho! Me parece muy triste que un partido político tenga que dedicarse a esa cosas, en fin.

    En el caso de gallego justifican que no hay escritos que documenten su uso, aunque en la lengua oral existe y seguirá existiendo. Me gustaría saber qué excusa van a poner con gitano.

    ¡Saludos!

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  4. Estoy muy de acuerdo, Isabel. Yo también estoy cansadísima de que se insista en hacer que la lengua sea políticamente correcta como si tuviera vida propia, cuando somos los hablantes quienes decidimos qué palabras usar. La lengua es reflejo de la sociedad, y no al revés.

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  5. Y digo yo… ¿de dónde ha salido toda esta corriente de ultracorrección política y moral asociada al lenguaje de los últimos tiempos? ¿Realmente existe preocupación general por estos temas, o se trata únicamente de unos pocos que hacen mucho ruido?

    Por lo demás, totalmente de acuerdo con el post. Pretender cambiar la sociedad a través del lenguaje es inútil; ataquemos el problema en su base.

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  6. Soberana tontería lexicográfica. Para eso, ya puestos, que eliminen o revisen también la acepción 3 de «gitano» (Que tiene gracia y arte para ganarse las voluntades de otros. U. más como elogio, y especialmente referido a una mujer). O que no tachen a todos los hijos de las putas de malas personas, que también los habrá buenos. Acabarán dejándonos un diccionario de «mi mamá me mima»…

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  7. No podría estar más de acuerdo. Del mismo modo que hemos tenido que tragar con estupideces tales como «almóndiga» o «murciégalo» en el diccionario, precisamente porque se adaptaba al lenguaje popular, no tiene ningún sentido barrer del mapa todo lo políticamente incorrecto. El error de que permitimos a los lingüístas hacer política y a los políticos darnos lecciones de lengua.
    Un saludo.

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