Éxito profesional

Reflexiones sobre el éxito profesional y otras divagaciones filosóficas

Hace poco terminé de leerme un libro harto recomendable para todos aquellos que no estén a gusto con su trabajo o quieran darle un giro a su carrera profesional: Cómo encontrar un trabajo satisfactorio, de Roman Krznaric. El libro llegó a mis manos a través de otra persona y, después de echarle un vistazo al primer capítulo, que narra la historia de tres personas que en algún momento de su vida cambiaron radicalmente su trayectoria laboral en busca de una mayor satisfacción y realización profesionales, determiné que era lo suficientemente breve, ameno, inspirador e interesante como para seguir leyendo, aunque más por mera curiosidad que porque esté pensando en cambiar de profesión. Según su autor, los pilares de un trabajo satisfactorio son tres: sentido, flujo y libertad. Es decir, si tenemos un trabajo que para nosotros tiene sentido (porque nos proporciona dinero o estatus, o bien nos permite dejar huella o poner en práctica nuestros intereses y aptitudes), que nos hace estar en flujo (es decir, que nos absorbe, nos abstrae y nos hace perder la noción del tiempo cuando lo desempeñamos por estar totalmente inmersos en él) y que nos permite cierto grado de libertad, autonomía y flexibilidad, es muy probable que nos sintamos realizados y a gusto con esa actividad laboral. La consecuencia inevitable de leer todo eso es que acabé preguntándome si yo me sentía así con mi trabajo.

Después de analizar todos los factores mencionados en relación con mi vida profesional, llegué a la conclusión de que puedo considerarme una auténtica privilegiada: tengo un trabajo relativamente bien remunerado y respetado hasta cierto punto, que es útil y necesario para la sociedad y que está directamente relacionado con mi formación académica, mis gustos y mis habilidades; trabajo en lo que he elegido y se me da bien, y tengo la suerte de poder vivir de ello. Yo no diría que traducir es mi pasión —creo que hoy en día se utiliza el término pasión con demasiada ligereza—, pero sí disfruto con ello, me estimula la mente y siempre aprendo cosas nuevas, aunque unos textos se prestan más al goce que otros, lógicamente. Y, por último, el hecho de ser autónoma me proporciona la máxima libertad e independencia que un trabajador puede tener: trabajar como y donde quiera. Así que sí: creo que mi trabajo es bastante satisfactorio, aunque eso no significa que sea la única actividad laboral con la que me sentiría a gusto ni excluye la posibilidad de que en algún momento me apetezca cambiar de profesión.

Pues bien, toda esa reflexión me condujo a la pregunta clave: ¿es ese el camino del éxito profesional? ¿Cuándo se considera que un traductor tiene éxito? Existe una tendencia inevitable a creer que el éxito de un traductor consiste en cobrar tarifas cada vez más altas y tener clientes cada vez mejores, y que ese debería ser el objetivo de todos nosotros. Y en parte es cierto; yo misma he hablado de eso en numerosas ocasiones. Pero los ingredientes que conforman el éxito de un traductor son, en mi opinión, muchos más: no ser un esclavo del trabajo y poder vivir cómodamente trabajando solo las horas justas; contar con el respeto de tus compañeros de profesión y el agradecimiento de tus clientes; ser un verdadero entendido en tu ámbito de especialidad; no dejar de aprender, de evolucionar y desarrollarse; ejercer tu trabajo con dedicación y esmero; disfrutar con lo que haces. El dinero y el prestigio son solamente dos componentes de esa ecuación, y quizá ni siquiera los más relevantes ni satisfactorios. Después de todo, lo realmente importante, lo que realmente te llena, es estar a gusto con lo que haces, orgulloso de ello y sentir que el trabajo no es un mal necesario, sino una parcela irrenunciable de tu vida con la que, además de ganarte las habichuelas, te desarrollas como persona. Ese es el auténtico éxito profesional.

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8 comentarios en “Reflexiones sobre el éxito profesional y otras divagaciones filosóficas”

  1. Ya se te echaba de menos, Isabel. 🙂

    Me ha gustado mucho tu entrada y comparto tu opinión al 100%. Al final, si uno hace balance de su carrera profesional, y de su vida en general, lo importante no son tanto las tarifas y el tipo de clientes, sino la satisfacción que le genera el propio trabajo y lo que le aporta como persona. Yo tampoco cambiaría por nada la libertad que me brinda ser traductora autónoma. Es posible que en unos años piense diferente, quién sabe, pero a día de hoy es así.

    Echaré un vistazo al libro que recomiendas, que pinta bien.

    ¡Nos vemos pronto en Málaga!

    Un abrazo. 🙂

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  2. Hola, Isabel. Me ha encantado tu entrada. Yo tiendo mucho a la reflexión sobre lo humano y divino 😉 y me ha gustado empezar la mañana leyendo tu opinión. Coincido absolutamente contigo en cuáles son las claves del éxito profesional. Yo trabajo como redactora y correctora (y otras cosas) de forma autónoma y efectivamente, aunque no todo es fácil, me siento libre, fluyo de una manera que hasta asusta y, sí, le encuentro mucho sentido, de hecho yo creo que sí puedo decir (y no a la ligera) que es mi pasión. Encantada de haber llegado a tu página; seguiré leyéndote. Un abrazo.

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  3. Muy cierto, al final el éxito profesional no es más que eso. Coincido contigo en que la sensación de libertad del autónomo no se paga con nada. Yo no la cambiaría por nada en el mundo.

    Muy interesante y muy bien escrita, gracias.

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  4. Hola, Isabel. Como asalariada que intenta poco a poco meterse en esto de la traducción como autónoma me gusta mucho esta entrada. La seguridad del sueldo fijo y el empleo «estable» (y esto último va entre comillas porque hoy en día ningún trabajo lo es) no sirven de nada si no estás a gusto, y eso vale para cualquier trabajo. Por otra parte hay mucho de actitud en ello. Si uno no está a gusto con su labor profesional, plantearse un cambio y no dejarse llevar por la resignación es algo muy sano, aunque conlleve perder el miedo a la incertidumbre, incluso en estos tiempos del «con la que está cayendo no te puedes quejar; al menos tienes trabajo» con el que tanto nos machacan a los inconformistas. Lo importante, para mí, es no estancarse. Seas autónomo o asalariado nunca sabes cómo vas a estar dentro de un año, aunque la mayoría de la gente no tenga esa percepción.
    Por mi parte, si algún día consigo ser traductora autónoma a jornada completa y puedo dar rienda suelta a mis proyectos, incluso ganando menos de lo que gano ahora como asalariada, pero teniendo lo suficiente para vivir dignamente, podré considerarme una profesional con éxito. Al menos me daré con un canto en los dientes y además con la alegría de quien se siente (un poquito más) realizada. 😀
    Un saludo
    Irene

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  5. Hola Isabel, gracias por compartir tus reflexiones sobre el libro que mencionas. Creo que este asunto se resumen en la frase «Do what you love and get (well) paid for it» . Saludos desde México.

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  6. Hola Isabel, qué tal? yo creo que el hecho de trabajar como autónomo no siempre es sinónimo de libertad, porque inevitablemente uno tiene que cumplir plazos, casi siempre apretados, y tampoco puedes hacerlo donde quieras y a la hora que quieras, pues el traductor necesita estar en un local tranquilo para concentrarse y tener a mano todas sus parafernalias (ordenador, diccionarios, café, bocadillos…). Además uno sufre con la incertidumbre de saber si lo que va a ganar le va a llegar para pagar sus gastos mensuales.
    De mi parte, de momento trabajo en una empresa de tecnología, tengo la ventaja de tener un sueldo fijo, horario fijo (cuando termina, no me llevo nada a casa) y puedo contar con los derechos que el trabajo formal ofrece (aquí en Brasil).

    Por otro lado, no hay mucha «pasión» al traducir manuales técnicos pues el lenguaje es muy árido y estandarizado.

    Como traductora me sentiría realizada traduciendo obras literarias pues me encanta la literatura.

    Lo difícil es conciliar el placer y el deber…qué te parece?

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    1. Gracias por tu comentario, Diana. Es cierto que los traductores autónomos tenemos que cumplir con los plazos de entrega y demás obligaciones que contraemos con nuestros clientes, pero tenemos la libertad de decidir qué encargos aceptar y qué obligaciones contraer, privilegio del que, por lo general, no gozan los empleados asalariados, que no tienen más remedio que tragarse cualquier marrón que les caiga encima.

      En cuanto al lugar de trabajo, no todo el mundo necesita estar tranquilo y tener a mano un montón de cosas para concentrarse y ser productivo. Depende mucho de cada uno. Pero volvemos a lo mismo: tenemos la libertad de escoger el lugar de trabajo que mejor nos convenga, mientras que un empleado asalariado solo tiene, por lo general, una opción: trabajar en el edificio de su empresa, le guste o no.

      Por otro lado, suele pensarse que lo más atractivo es traducir literatura y que los textos técnicos son un rollazo. También en esto tengo que contradecirte: igual que hay obras literarias que son un auténtico aburrimiento, hay textos especializados que pueden resultar muy amenos (si te interesa el tema, claro). A mí no me parece que el hecho de que el lenguaje técnico sea estandarizado lo convierta en algo poco atractivo. Como ves, para gustos, colores.

      Por lo que respecta a la incertidumbre, yo no sufro por no saber cuánto voy a ganar a final de mes. Supongo que a ti te gusta la seguridad que ofrecen un sueldo fijo, un horario establecido y un convenio laboral, pero en el fondo, esa seguridad es relativa, porque nadie te garantiza que no te vayan a bajar el sueldo o que no te vayan a despedir. Yo, hoy por hoy, no cambio la libertad de ser autónoma, con toda su incertidumbre y sus riesgos, pero con la ventaja de hacer lo que me dé la gana, por una vida más «segura» y constreñida como empleada por cuenta ajena. No obstante, eso va con el carácter de cada uno.

      ¡Muchas gracias por pasarte y comentar! 🙂

      Un saludo,
      Isabel

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