Ejercicio profesional

Las diez virtudes del cliente perfecto

¿Cómo es el cliente que todo traductor querría tener? ¿Qué buenas cualidades reúne? En mi opinión, un buen cliente es aquel que:

  1. Te envía trabajo con frecuencia.
  2. Acepta sin regatear tus tarifas y presupuestos.
  3. No te presiona con los plazos de entrega a menos que realmente sea urgente, y en tal caso comprende y acepta la aplicación de un recargo.
  4. No espera que te quedes trabajando en fin de semana a menos que realmente sea urgente, y en tal caso comprende y acepta la aplicación de un recargo.
  5. No exige descuentos, pero agradece que tengas la deferencia de hacerle alguna rebaja si así lo decides.
  6. Responde amablemente a todas tus preguntas y está dispuesto a ayudarte en todo lo que necesites.
  7. Comprende la importancia que una buena traducción tiene para la imagen de su empresa y te agradece el trabajo bien hecho.
  8. Confía en ti porque aprecia tu valía profesional y tu buen hacer; por eso siempre vuelve y no te sustituye por cualquier otro que cobre menos.
  9. Paga puntualmente.
  10. Se toma la molestia de desearte un buen viaje cuando te vas de vacaciones y tiene la cortesía de mandarte una postal (¡o incluso un pequeño regalo!) por Navidad.

Si un cliente reúne todas estas virtudes, entonces es sencillamente perfecto. Y os preguntaréis: ¿realmente hay clientes así? Bueno, todos sabemos que la perfección absoluta no existe, pero algunos clientes se acercan bastante. A todos ellos, ¡mil gracias!

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15 comentarios en “Las diez virtudes del cliente perfecto”

  1. Gracias por tu reflexión, Isabel.
    Yo tengo uno que cumple todos esos requisitos, incluida la postalita navideña e incluidas también 2 subidas de tarifas!
    PAra mí lo más importante, por este orden es:

    * Que responda a tus preguntas con celeridad o se las reenvíe al cliente, y que valore tus ganas de entender a fondo el texto original
    * Que valore un trabajo bien hecho y que te lo diga
    * Que pague bien y a tiempo

    Para mí también es importante que la relación humana sea cordial…ése es a veces mi problema, que necesito que mis relaciones profesionales tenga una pátina de empatía personal.

    Lo del fin de semana y los recargos: yo no los cobro. Y a veces decido coger encargos que me obliguen a trabajar mucho o en fin de semana, y a veces no (y no por eso dejan de enviarme traducciones). Depende de mis necesidades de ingresos ese mes, de mi disponibilidad familiar y de lo mucho o poco que me apetezca el tema, también….

    Saludos desde los Madriles,

    Esther

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    1. Hola, Esther:

      Gracias por tu comentario. Para mí, que el cliente pague bien (o medianamente bien) y a tiempo tiene la misma importancia que los otros dos puntos que mencionas. De nada sirve que el cliente sea eficaz respondiendo a mis preguntas o que valore mi trabajo si luego eso no se traduce en un pago puntual y justo. 🙂

      En cuanto a los recargos de fin de semana y urgencia, depende del caso:

      – Si decido aceptar un trabajo que, aun teniendo un plazo de entrega razonable, sé de antemano que me va a obligar a trabajar en fin de semana o más allá de mi jornada laboral habitual porque estoy tan ocupada que la única forma de acabarlo a tiempo es hacer horas extras, no cobro ningún recargo.

      – Si me ofrecen un trabajo que necesariamente ha de hacerse en fin de semana o echándole más horas de las habituales (por ejemplo, un encargo de 4000 palabras para mañana o un encargo de 1000 palabras recibido el viernes a última hora para entregar el lunes a primera hora), por regla general no lo acepto. En los casos en los que no me interesa rechazarlo (por ejemplo, por tratarse de un cliente importante), le explico al cliente la situación y le planteo el cobro de un recargo por ser un proyecto que requiere forzosamente trabajar fuera de mi jornada laboral habitual. Precisamente, los clientes por los que estoy dispuesta a hacer horas extras son aquellos que están dispuestos a pagar más por que yo trabaje esas horas extras. No obstante, en ciertos casos también puedo plantearme la posibilidad de hacerlo cobrando mis honorarios habituales.

      Saludos desde levante,
      Isabel

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  2. La verdad es que yo con el mío fijo no me puedo quejar, ¡cumple casi todos los puntos! Excepto algún que otro cabreillo puntual, la verdad es que da gusto trabajar así. Para mí lo más importante es el reconocimiento cuando haces algo especialmente bueno o en lo que pones un poco más de empeño y esfuerzo de lo normal. Saber que cuando acabes alguien te lo va a agradecer de corazón es una sensación estupenda y te anima a no perder la ilusión. En mi caso, creo que influye mucho que la persona con la que mantengo el contacto haya trabajado durante muchos años en nuestro sector, no es extraño que valore la profesión y sepa lo que es estar en nuestro pellejo…

    ¡Estupenda entrada como siempre, Isabel! Nos vemos por aquí.

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    1. Gracias por comentar, Nieves. Yo también valoro mucho que el cliente aprecie y agradezca mi trabajo, porque esos son los clientes que nos consideran profesionales especializados que prestan un servicio cualificado de calidad, y no un servicio de segunda que puede hacer cualquiera con un diccionario y unos pocos conocimientos de idiomas.

      ¡Feliz semana!
      Isabel

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  3. Hola Isabel, me encanta esta entrada porque nos recuerda el objetivo del buen cliente que a veces perdemos de vista. Yo también tengo un cliente que cumple con todos los puntos, pero sólo uno. Objetivo para este año: ¡poder decir que tengo dos clientes así!

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  4. Al igual que Darío, confirmo que esos clientes existen, aunque no abundan. Tengo uno que cumple todos los requisitos, y un par más que los cumplen casi todos.

    Respecto al regalo de Navidad, Fernando, te diré que no solo uno, sino dos clientes han tenido la cortesía de enviarme una caja de bombones, así que sí, hay clientes que tienen esos detalles. Por supuesto, yo también hago lo propio con mis mejores clientes. Este año elegí el mismo regalo que tú: almendras garrapiñadas, además de turrón de mi tierra. 😉

    Saludos,
    Isabel

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  5. Hola Isabel, estupendo artículo. Suscribo las nueve primeras virtudes, pero la décima me parece un pelín excesiva. Lo de la postal vale, pero ¡hombre, Isabel, que te manden un regalo… ! La cortesía profesional dice que debe ser el proveedor el que, en todo caso, regale algo a sus mejores clientes. Aunque ésta parece ser una costumbre en desuso. Nosotros solemos mandar por Navidad una pequeña cajita de almendras garrapiñadas (un dulce típico de Valladolid) a nuestros buenos clientes. No todos cumplen las nueve virtudes, pero bueno. Con que cumplan la novena nos conformamos.

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