Ejercicio profesional

Un caso práctico de feast or famine: crónica de un mes atareado

Martes, 20 de marzo. Empieza una jornada que se presenta como los últimos días: tranquila, demasiado tranquila. El trabajo escasea, pero a estas alturas del partido ya estoy lo suficientemente curtida en el campo de batalla traductoril como para saber que es algo normal, una racha pasajera. Hacia el medio día, sin embargo, recibo un correo electrónico que marcará el principio del fin de esa calma chicha: mi cliente más fiel, el que más trabajo me da, me anuncia que una empresa alemana cuyos manuales y demás documentación técnica llevo cuatro años traduciendo ha decidido por fin traducir su página web al español. Y es toda para mí, enterita. Un proyecto de casi 127 000 palabras en total, aunque con la inestimable ayuda de Trados y de la memoria de traducción del cliente, que se empeña en pretraducir y bloquear los segmentos que ya figuran en la memoria, el esfuerzo de trabajo se reduce a menos de la mitad. Estupendo. Con ese encargo ya tengo los dos próximos meses resueltos. Negocio un plazo de entrega razonable que me permita atender también a mis otros clientes, pero aun así voy a estar enfrascada en ese trabajo los últimos días de marzo y todo el mes de abril.

Miércoles, 21 de marzo. Me dispongo a empezar la traducción de la página web del cliente alemán, pero algo me detiene: otra gestora de proyectos de la misma agencia me anuncia que tiene a punto un folleto de un fondo de inversión. Unas 1750 palabras para traducir y unas dos horas para hacer un crosscheck del folleto completo en PDF. Como es un trabajo con el que estoy sumamente familiarizada, no supone ningún problema. Aun así, negocio un plazo de entrega un poco más amplio que el propuesto inicialmente.
La jornada sigue su curso y voy haciendo el trabajo previsto. Por la tarde recibo un correo de una agencia luxemburguesa con la que hace tiempo que no trabajo: necesita una traducción parcial del informe anual de otro fondo de inversión, unas 3000 palabras. Reviso la agenda. Bueno, puedo reubicar las tareas pendientes para hacerle un hueco, más aún teniendo en cuenta que hace mucho tiempo que no recibo encargos suyos y que es una buena agencia, seria, profesional, de esas que revisan tus traducciones, te envían las correcciones, contestan amablemente a tus preguntas y, además, pagan la palabra a xx (sí, dos dígitos) céntimos. Definitivamente, no me conviene rechazar el encargo.

Lunes, 26 de marzo. Empieza una nueva semana que, a diferencia de la anterior, se presenta la mar de animada. Además del trabajo previsto, recibo algunos encargos pequeñitos de un cliente nuevo: una empresa alemana del sector de la energía fotovoltaica con la que estoy encantada de trabajar. Además, mi segundo cliente más importante, ese que reúne las diez virtudes que describí en esta otra entrada, me informa de que hay un nuevo fondo de inversión cuyo folleto de venta necesitan traducir. Me lo enviará mañana. ¿No quería trabajo? Pues toma dos tazas.

Martes, 27 de marzo. Mi cliente me envía el folleto en cuestión: 39 páginas, aunque buena parte del texto es idéntica a otros folletos que ya he traducido, con lo que la carga de trabajo se reduce sustancialmente. Aun así, la envergadura del encargo es considerable, pero ni me planteo rechazar el trabajo. A este cliente no lo puedo dejar en la estacada de ninguna de las maneras. Después de hacer encaje de bolillos para cuadrar este encargo con el megaproyecto de traducción de la página web del cliente alemán y los demás trabajillos que han ido surgiendo, le propongo una fecha de entrega que por suerte le parece estupenda.

Miércoles, 28 de marzo. El mismo cliente de la página web me envía dos breves manuales de instrucciones para traducir (unas 500 palabras cada uno). Bueno, no es gran cosa, así que les hago un hueco.

Jueves, 29 de marzo. El mismo cliente de la página web me envía otros dos breves manuales de instrucciones para traducir (unas 400 palabras cada uno). La cosa se va poniendo interesante y empiezo a rezar para que no me llegue ningún otro proyecto irrechazable.

Viernes, 30 de marzo. Mi cliente perfecto me envía el folleto de otro fondo de inversión, pero no para traducir, sino para actualizar con nuevos cambios. Aun así, requerirá unas 4 o 5 horas de trabajo. La agenda empieza a pedir clemencia para no reventar, pero hago oídos sordos. A mi cliente perfecto no le puedo decir que no, así que miro, remiro, reorganizo y reubico las tareas pendientes y encajo este nuevo encargo como puedo. El encaje de bolillos se ha convertido en trabajo de chinos.

Lunes, 2 de abril. Hago balance de todo lo que me espera este mes: de momento, diez proyectos confirmados que me tendrán ocupada hasta mayo, una charla en Bilbao sobre redes sociales que todavía tengo que preparar y la incipiente recopilación del material necesario para una estudiante de último curso de Traducción e Interpretación que hará las prácticas preprofesionales conmigo a partir de junio, y todo ello procurando no hacer horas extras ni alargar la jornada laboral. Y por si fuera poco, una editorial me propone traducir un libro de 400 y pico páginas para julio, un proyecto novedoso para mí que, sin embargo, tendré que declinar. Desde luego, puede que el dinero llame al dinero, pero sin duda el trabajo llama al trabajo.

24 comentarios en “Un caso práctico de feast or famine: crónica de un mes atareado”

    1. Hola, Javier:

      Que conste que yo domino a la perfección el arte de decir que no y soy su máxima defensora (aunque la entrada pueda dar a entender lo contrario). Y no solo lo practico cuando tengo la agenda llena, como en estos últimos días, sino también cuando un proyecto o un cliente no me interesan y prefiero estar disponible para otros, aunque no tenga nada de trabajo en ese momento. Sin embargo, hay veces en las que no conviene decir no, sobre todo a los clientes que hay que guardar como oro en paño. Y, por algún misterioso motivo, esos clientes y proyectos irrechazables tienden a juntarse en el tiempo.

      ¡Gracias por pasarte!

      Un saludo,
      Isabel

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  1. Felicidades por tan buena racha, soy estudiante de traducción y me parece muy interesante tu entrada para darnos cuenta de que sí es posible tener mucho trabajo como autónomo y que para poder realizarlo es muy importante organizar muy bien nuestro tiempo. Además nos das una idea más clara de cómo es vivir como autónomo, lo cuál debo decir, es muy motivante. Gracias por compartir tu experiencia.

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  2. enhorabuena por esta avalancha de trabajo. En mi caso ocurre lo contrario. Llevo casi mes y medio de sequía casi total, cuando en realidad estoy acostumbrada a que me ocurran cosas parecidas a lo que te ha ocurrido a ti estos días. En fin, será cosa de esperar. De lo que no me cabe ninguna duda es de que conseguirás llevar todo a buen puerto. Y seguro que sin alargar esa jornada laboral que tan disciplinadamente te has impuesto.

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    1. ¡Hola, Nuria!

      Con todos los años que llevas en la brecha, estoy segura de que esa sequía no es más que algo pasajero. Mucho ánimo; seguro que pronto llegan tiempos mejores en los que no tendrás tiempo ni de respirar. 😉

      Un abrazo,
      Isabel

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  3. No podría estar más de acuerdo. En 4 años que llevo como autónoma he comprobado varias veces que, en el momento en el que te llega una traducción y das gracias por que tienes todo el tiempo del mundo para hacerla, te llegan otros tantos proyectos más para que no te aburras. Eso sí, a mí no me llegan tan buenas como a ti. 😉 A ver si nos conocemos en persona y te toco un poco y se me contagia otro poco. 🙂

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    1. Es la ley de Murphy traductoril: cuando todos los clientes se acuerden de ti a la vez (lo cual sucederá indefectiblemente después de varios días o semanas de aburrimiento mortal), todos te ofrecerán proyectos atractivos que no podrás o no querrás rechazar. Debe de ser cosa de la alineación de los planetas o cualquier otro influjo cósmico. :-p

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  4. Tremendo, Suerte y resistencia. Espero por lo menos que tengas a alguien al lado que te ayude con la infraestructura 🙂 Como dice patricia, con ese volumen ni se me pasa por la cabeza actualizar el blog.

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  5. ¡Isabel! Me ha pasado exactamente lo mismo esta semana. La diferencia es que yo no consigo encajar en mi puzzle la actualización de las redes sociales, y cuando me cargo de trabajo me convierto en una «ermitaña virtual».

    ¡Enhorabuena por esa habilidad para el encaje de bolillos!! ;-)))

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  6. ¡Y encima consigues tener el blog actualizado! Enhorabuena por esa magnífica gestión del tiempo, Isabel, y mucho ánimo con todo el trabajo.

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  7. Por cierto, no sabía que existiera la posibilidad de hacer las prácticas con un traductor autónomo. Me parece superinteresante. Yo hice un par en el último curso (hace 8 años…); unas consistían en traducir una parte de la web de la universidad (trabajo que nadie supervisó, debo decir) y otras en una agencia de traducción. Creo que poder trabajar con un freelance antes de lanzarte al mundo laboral es una opción estupenda. Ya nos contarás qué tal la experiencia. Si tienes tiempo 😉

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    1. Hola, Ana:

      Lo cierto es que fue la propia alumna (que estudia en la Universidad de Alicante) quien me escribió un correo y me mostró su interés en hacer las prácticas conmigo, porque las empresa que le ofrecían en la asignatura (ajenas al sector de la traducción) no eran de su agrado. Me encantó su iniciativa y me pareció una propuesta muy interesante, así que lo comentamos con el profesor de la asignatura, que estuvo de acuerdo, y ya está. Debería haber más casos así, lo que permitiría a los alumnos entrar en contacto directo con el trabajo real de un traductor autónomo, que a fin de cuentas constituimos la mayor parte del gremio.

      Un saludo,
      Isabel

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  8. Hola Isabel:

    Éste es uno de los mayores “problemas” de ser un profesional autónomo. Es muy difícil programar el trabajo y organizar tu agenda. El mes de marzo fue similar para nosotros. Supongo, que a todos nos pasa, más o menos, lo mismo. Hubo un día en que nos llegaron 4 proyectos seguidos. Y, ¡cómo no! todos imposibles de rechazar. Dos de clientes nuevos y otros dos de clientes habituales. Hemos comprobado que, después de 2-3 días sin trabajo, en el momento en que llega el primer encargo, ese mismo día o el siguiente, nos bombardean con nuevos encargos y todos son “super” urgentes ¡No falla! También hemos comprobado que, los días previos a hacer un viaje llegan siempre dos o tres traducciones importantes que te descolocan la agenda. En fin, son esas pequeñas cosas que te hacen la vida un poco más divertida :-).

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    1. En efecto, Fernando, la variabilidad del flujo de trabajo es uno de los males congénitos del autónomo. En mi caso, enero fue estupendo, febrero y marzo fueron bastante flojillos y abril, pues ya ves. Por eso es tan importante ser flexible y organizado y aprender a aprovechar las buenas rachas para compensar las etapas de sequía.

      Saludos,
      Isabel

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